10 de julio de 2007

Oesterheld tenía razón...

Ayer estábamos encerrados en el departamento cuando comenzó a caer agua nieve. Atónitos, mirábamos por la ventana esos pequeñísimos copos que bajaban lentamente, casi planeando. No lo podíamos creer, parecía que la ilusión nos hacía ver nieve en el aire cuando lo que llegaba a la superficie del vidrio eran gotas de agua. Igual nos quedamos pegados al vidrio y en un rato, pese al frío intenso, abrimos la ventana para tocar esos minúsculos pedacitos de hielo que apenas se ponían en contacto con nuestras manos se derretían y con ellos la certeza de que realmente estaba nevando en Buenos Aires.

Estuvimos discutiendo si era lluvia, nieve, agua nieve o quien sabe que otra forma de agua fría, sin depegarnos del vidrio, la atracción era irresistible.

Cuando ya no había tantas dudas, comenzaron las exclamaciones de felicidad, y como para confirmar que valía la pena la dicha, comenzaron a caer copos cada vez mas grandes: era NIEVE, así con todas las letras y en mayúsculas.

Pronto vino la conexión con Juani en Tortuguitas, las imágenes por la cámara web y el éxtasis total: la quinta blanca, como nunca, nadie, creo se lo haya imaginado. La sorpresa, la felicidad ante el espectáculo y también la envidia: acá en la ciudad iba a ser imposible verlo así.

Pero no, pasaron las horas, se fue yendo la tarde y por tele empezaban a mostrar imágenes del milagro: plazas, autos. árboles, todo blanco. La gente, en la calle simplemente disfrutaba, tocaba la nieve y se dejaba tocar por la nieve. Inevitables muñecos redondos adornaron las calles, aunque supongo que se sentirían extranjeros, más que porteños.

Finalmente nos decidimos a salir cuando ya era de noche. Igual valió la pena: la playa de estacionamiento de easy parecía el pie del cerro, mezcla de hielo, agua y barro, mientras las luces gigantes hacían brillar los copos que seguían planeando, volando, casi sin caer, sobre el cielo negro de esta ciudad que por unas horas se olvidó de todo.

Durante la noche me pareció ver varias veces al fantasma del eternauta y entonces no supe si Oesterheld escribió ciencia ficción o realidad argentina. O las dos cosas.