31 de julio de 2010

CARTA DE FAVALORO ANTES DE SU MUERTE




Si se lee mi carta de renuncia a la Cleveland Clinic, está claro que mi regreso a la Argentina (después de haber alcanzado un lugar destacado en la cirugía cardiovascular)se debió a mi eterno compromiso con mi patria. Nunca perdí mis raíces..
Volví para trabajar en docencia, investigación y asistencia médica. La primera etapa en el Sanatorio Güemes, demostró que inmediatamente organizamos la residencia en cardiología y cirugía cardiovascular, además de cursos de post grado a todos los niveles.

Le dimos importancia también a la investigación clínica en donde participaron la mayoría de los miembros de nuestro grupo. En lo asistencial exigimos de entrada un número de camas para los indigentes. Así, cientos de pacientes fueron operados sin cargo alguno. La mayoría de nuestros pacientes provenían de las obras sociales. El sanatorio tenía contrato con las más importantes de aquel entonces.


La relación con el sanatorio fue muy clara: los honorarios, provinieran de donde provinieran, eran de nosotros; la
internación, del sanatorio (sin duda la mayor tajada).

Nosotros con los honorarios pagamos las residencias y las secretarias y nuestras entradas se distribuían entre los médicos
proporcionalmente.

Nunca permití que se tocara un solo peso de los que no nos correspondía.

A pesar de que los directores aseguraban que no había retornos, yo conocía que sí los había. De vez en cuando, a pedido de su director, saludaba a los sindicalistas de turno, que agradecían nuestro trabajo.

Este era nuestro único contacto.

A mediados de la década del 70, comenzamos a organizar la Fundación. Primero con la ayuda de la Sedra, creamos el departamento de investigación básica que tanta satisfacción nos ha dado y luego la construcción del Instituto de Cardiología y cirugía cardiovascular.

Cuando entró en funciones, redacté los 10 mandamientos que debían sostenerse a rajatabla, basados en el lineamiento ético que siempre me ha acompañado.

La calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites de ninguna naturaleza). Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar
los lineamientos éticos, como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto.

¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno!

Manga de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica.

Lo mismo ocurre con el PAMI. Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar
participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país.

Valga un solo ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente).

Si hubiéramos aceptado las condiciones imperantes por la corrupción del sistema (que se ha ido incrementando en estos últimos años) deberíamos tener 100 camas más. No daríamos abasto para atender toda la demanda.

El que quiera negar que todo esto es cierto que acepte que rija en la Argentina, el principio fundamental de la libre elección del médico, que terminaría con los acomodados de turno.

Lo mismo ocurre con los pacientes privados (incluyendo los de la medicina prepaga) el médico que envía a estos pacientes por el famoso ana-ana , sabe, espera, recibir una jugosa participación del cirujano.

Hace muchísimos años debo escuchar aquello de que Favaloro no opera más! ¿De dónde proviene este infundio?. Muy simple: el pacientes es estudiado. Conclusión, su cardiólogo le dice que debe ser operado. El paciente acepta y expresa sus deseos de que yo lo opere. 'Pero cómo, usted no sabe que Favaloro no opera hace tiempo?'. 'Yo le voy a recomendar un cirujano de real valor, no se preocupe'. 

El cirujano 'de real valor' además de su capacidad profesional retornará al cardiólogo mandante un 50% de los honorarios!

Varios de esos pacientes han venido a mi consulta no obstante las 'indicaciones' de su cardiólogo. '¿Doctor, usted sigue
operando?' y una vez más debo explicar que sí, que lo sigo haciendo con el mismo entusiasmo y responsabilidad de siempre.

Muchos de estos cardiólogos, son de prestigio nacional e internacional.

Concurren a los Congresos del American College o de la American Heart y entonces sí, allí me brindan toda clase de felicitaciones y abrazos cada vez que debo exponer alguna 'lecture' de significación. Así ocurrió cuando la de Paul D. White lecture en Dallas, decenas de cardiólogos argentinos me abrazaron, algunos con lágrimas en los ojos. 

Pero aquí, vuelven a insertarse en el 'sistema' y el dinero es lo que más les interesa.

La corrupción ha alcanzado niveles que nunca pensé presenciar. Instituciones de prestigio como el Instituto Cardiovascular
Buenos Aires, con excelentes profesionales médicos, envían empleados bien entrenados que visitan a los médicos cardiólogos en sus consultorios. Allí les explican en detalles los mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán no solamente por la cirugía, los métodos de diagnóstico no invasivo (Holter eco, camara y etc, etc.) los cateterismos, las angioplastias, etc. etc., están incluidos..

No es la única institución. Médicos de la Fundación me han mostrado las hojas que les dejan con todo muy bien explicado. Llegado el caso, una vez el paciente operado, el mismo personal entrenado, visitará nuevamente al cardiólogo, explicará en detalle 'la
operación económica' y entregará el sobre correspondiente!.

La situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Es fácil decir 'no hay camas disponibles'.

Nuestro juramento médico lo impide.

Estos pacientes demandan un alto costo raramente reconocido por las obras sociales. A ello se agregan deudas por todos
lados, las que corresponden a la construcción y equipamiento del ICYCC, los proveedores, la DGI, los bancos, los médicos con atrasos de varios meses.. Todos nuestros proyectos tambalean y cada vez más todo se complica.

En Estados Unidos, las grandes instituciones médicas, pueden realizar su tarea asistencial, la docencia y la investigación por las donaciones que reciben.

Las cinco facultades médicas más trascendentes reciben más de 100 millones de dólares cada una! Aquí, ni soñando.

Realicé gestiones en el BID que nos ayudó en la etapa inicial y luego publicitó en varias de sus publicaciones a nuestro instituto como uno de sus logros!. Envié cuatro cartas a Enrique Iglesias, solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta Latinoamérica!) todavía estoy esperando alguna respuesta. Maneja miles de millones de dólares, pero para una institución que ha entrenado centenares de médicos desparramados por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta.

¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente? 

Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar.

La mayoría del tiempo me siento solo. En aquella carta de renuncia a la C. Clinic , le decía al Dr. Effen que sabía de antemano que iba a tener que luchar y le recordaba que Don Quijote era español!

Sin duda la lucha ha sido muy desigual.

El proyecto de la Fundación tambalea y empieza a resquebrajarse.

Hemos tenido varias reuniones, mis colaboradores más cercanos, algunos de ellos compañeros de lucha desde nuestro recordado Colegio Nacional de La Plata, me aconsejan que para salvar a la Fundación debemos incorporarnos al ´sistema'.

Sí al retorno, sí al ana-ana.

'Pondremos gente a organizar todo'. Hay 'especialistas' que saben como hacerlo. 'Debes dar un paso al costado. Aclararemos que vos no sabes nada, que no estás enterado'. 'Debes comprenderlo si querés salvar a la Fundación'

¡Quién va a creer que yo no estoy enterado!

En este momento y a esta edad terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y profesores me resulta extremadamente difícil. No puedo cambiar, prefiero desaparecer.

Joaquín V. González, escribió la lección de optimismo que se nos entregaba al recibirnos: 'a mí no me ha derrotado nadie'.
Yo no puedo decir lo mismo. A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla. Estoy cansado de recibir homenajes y elogios al nivel internacional. Hace pocos días fui incluido en el grupo selecto de las leyendas del milenio en cirugía cardiovascular. 

El año pasado debí participar en varios países desde Suecia a la India escuchando siempre lo mismo.

'¡La leyenda, la leyenda!'

Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga.

Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz.

Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata.

No puedo cambiar.

No ha sido una decisión fácil pero sí meditada.

No se hable de debilidad o valentía.

El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, hable de debilidad o valentía.

El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano.

Sólo espero no se haga de este acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un poco de piedad.

Estoy tranquilo. Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo un médico rural. Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así.

En estos días he mandado cartas desesperadas a entidades nacionales, provinciales, empresarios, sin recibir respuesta.

En la Fundación ha comenzado a actuar un comité de crisis con asesoramiento externo. Ayer empezaron a producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido colaboradores fieles y dedicados. El lunes no podría dar la cara.

A mi familia en particular a mis queridos sobrinos, a mis colaboradores, a mis amigos, recuerden que llegué a los 77 años. No aflojen, tienen la obligación de seguir luchando por lo menos hasta alcanzar la misma edad, que no es poco.

Una vez más reitero la obligación de cremarme inmediatamente sin perder tiempo y tirar mis cenizas en los montes cercanos a Jacinto Arauz, allá en La Pampa.

Queda terminantemente prohibido realizar ceremonias religiosas o civiles.

Un abrazo a todos

René Favaloro

29 de julio de 2010

INSTINTO

Hoy me pasó lo tan temido:  descubrí que había hecho un diagnóstico equivocado. 
Resulta que el lunes atendí una señora de unos cuantos años y un Alzheimer rondándole sus días que había sido vista en la guardia el sábado donde le diagnosticaron una reacción alérgica en la cara a raíz de haber empezado un tratamiento de anemia con hierro y vitaminas cuatro días antes.  Cuándo la vi pensé: ésto es un zóster (culebrilla). 
Pero como el diagnóstico inicial era de reacción alérgica y la hija de la señora estaba absolutamente convencida de que así era, porque además, la habían atendido en el Hospital Alemán, donde ella se atendía siempre y tenía toda su historia clínica (como si eso para el médico de guardia o para la certeza diagnóstica significara algo), me dejé llevar por el entusiasmo de la hija y me dió vergüenza discutir un diagnóstico hecho por otro sin haber visto cómo estaba el sábado y además, las lesiones podían ser algo atípicas ya que tenían pinta de tener una infección bacteriana sobreagregada, pero...¿ porqué sobreagregada a una reacción alérgica y no a un zóster?  Por ninguna razón, simplemente porque no tuve la suficiente confianza en mi instinto, y le creí más al médico de guardia del sábado que a mi misma... En fin, hoy me vuelven a llamar porque la señora no estaba mejor, sino peor.  Hoy ya no dudé ni un instante, lo que me había parecido y había descartado sin mucho motivo hoy se me presentaba muy claramente: eso ERA un ZOSTER.  Hasta aquí, los que de ésto algo entienden dirán, "bueno, no es para tanto, al fin y al cabo estaba en tiempo límite para tratamiento con antiviral, igual se va a curar, etc, etc, etc.".  Lo mismo pensé yo.  Hasta que la hija me tira un "Y además, doctora, la encuentro muy perdida"
-¿Cómo perdida, más que lo habitual?
-Si, claro, no me reconoció a mí.  Hasta ahora eso no había pasado nunca.
- Ajá.  Y...¿agresiva?
-Uhhh, ni hablar.-en voz baja y con ademán de abanicarse.
-Ah.  Y...¿la notás más desorientada en cuanto al lugar o el tiempo?
-Y...me decía a mí que qué hacía ella en mi casa, imagínese, doctora.
Lo que yo me imaginaba en ese preciso instante era la posible encefalitis herpética que había dejado muy felizmente y ridículamente tratada con cefalexina dos días antes, y quería imaginarme que los lunes habían desaparecido de los calendarios, que los médicos de guardia del sábado del Hospital Alemán habían renunciado en el último segundo del viernes y que las encefalitis eran enfermedades inexistentes inventadas por García Márquez para explicar la locura de alguno de sus personajes.
Pero no.
Así que muy estoicamente le expliqué a la hija de la señora que era necesario llevarla de nuevo a la guardia, que yo la iba a mandar con una notita donde iba a detallar todo lo que había pasado y que había que descartar las causas del estado confusional de su mamá, dentro de las cuales estaba la encefalitis.  Gracias a un resto de suerte que se ve que todavía me quedaba no me preguntó si era muy grave no haberlo hecho dos días antes.   De todas maneras, en cierto modo se lo dije yo.  No sé si era necesario.  No lo sé.
Eso sí, le pedí firmemente que me llamara una vez que terminaran de evaluarla en la guardia para saber cómo había resultado todo.
Y el resto del día corté clavos como loca.
Hace un par de horas me llamó, que su mamá estaba de vuelta en su casa, que le habían hecho "de todo" en el Alemán, que la había visto el otorrino porque el herpes le comprometía la oreja, que le habían dado acyclovir, que le habían hecho un electrocardiograma, que le habían sacado sangre... pero de tomografía cerebral o punción lumbar para descartar la encefalitis, ni noticias.  Igual la habían despachado a la casa sin grandes remordimientos ni culpas.
Para eso estoy yo.


Nota al pie:  en el año 2002, estando de guardia recibí una paciente con desorientación y estado confusional  que hasta el día anterior era normal y al revisarla le encontré una culebrilla en el tórax, la interné con diagnóstico de encefalitis herpética que confirmamos luego con la punción lumbar, hizo tratamiento y se fue de alta curada.  Para el psiquiatra que la había visto un rato antes era una histérica.

22 de julio de 2010

MUNDO MAGICO

Estoy en pleno ataque de modernidad, gracias a la portátil: incómodamente sentada en una mesita del pelotero más grande de Villa Crespo, mientras Loli derrocha energía en el super inflable corriendo y saltando, escribo rodeada de, básicamente mucho RUIDO, conformado por la música, (en esta ocasión como ofrecen el combo pelotero más show del sapo Pepe me toca Adriana y todo su repertorio), el agotador sonido de los video juegos con sus melodías incordiosas y todo el despliegue de pums, crashs, tocs y bzzzs que se les ocurran, los golpeteos incesantes de una especie de hockey de mesa o algo así que tiene bastante aceptación entre los padres y los parloteos esforzados de mamás y abuelas que intentan mantener un conversación en medio de todo esta contaminación auditiva, además de muchos, muchos niños y unos cuantos adultos que intentan distenderse con un dejo de culpa porque al fin y al cabo son las vacaciones de invierno y son para los chicos, no para los grandes. "El mar, el mar, el marelmarelmar" me dice Adriana desde los parlantes y por la calle Corrientes corren colectivos, autos y hasta un camión. ¿Qué tal si me pongo los auriculares? Aaaaahhhh...ahora sí...Sabina me canta las Viuditas de Cliqcuot y el universo parece empezar a acomodarse lentamente ante la desaparición del ruido y me aíslo de todo, sólo música, sólo Sabina en mi cabeza, es que cuándo escucho música con auriculares siento que suena dentro de mi cerebro directamente.
La tecnología nos permite establecer nuevas formas de comunicación, nuevas formas de utilizar nuestro tiempo, nuevas formas de disfrute. No voy a negar que me parece maravilloso poder estar hoy, aquí, escribiendo y en minutos más publicarlo, mientras escucho música, podría estar leyendo un libro o estudiando medicina, podría estar ordenando mis fotos, podría estar hablando con alguna de mis hermanas que están a más de mil kilómetros de aquí. A los que tenemos más de treinta nos maravilla todo ésto porque crecimos teniendo que caminar como mínimo varias cuadras para poder hablar con un amigo, sacando fotografías sólo en ocasiones ya que revelar un rollo era costoso y había que esperar a que se terminara y mandarlo a revelar significaba esperar unos días más y para colmo, si habían salido mal no había vuelta atrás, el teléfono era un objeto de lujo por lo que había que recurrir a los públicos con la ficha o la moneda, que jamás funcionaban.
Tampoco voy a negar que hay algo en ésto de tanta conexión y tanta desconexión al mismo tiempo me produce ruido, un ruido tal vez más molesto que el que me rodea en Mundo Mágico.
Y es que sin embargo teníamos amigos. Hablábamos con nuestros amigos. Teníamos alguna foto de todos (o casi todos) los momentos cruciales de nuestras vidas. No sé cómo hacíamos, pero se podía. Existía la comunicación. No estábamos tan conectados, pero nos comunicábamos. El mundo era mucho menos mágico, pero también mucho menos ruidoso.

21 de julio de 2010

La medicina y las zapatillas

Mi trabajo consiste, como muchos sabrán y otros supondrán, en ir de casa en casa, dentro de un radio razonable, a realizar visitas médicas a domicilio. Ésto, dicho así, en principio parece ser bastante sencillo. Y lo es. Pero sólo en principio, ya que la cosa comienza a complicarse cuando a la cuestión médica tenemos que sumarle que lo hago para una de las prepagas más caras del país (sino la más), razón por la cual el servicio de médico a domicilio pasa a ser uno de los tantos servicios por los cuales el afiliado paga onerosas sumas de dinero, con el agravante de que nunca, absolutamente nunca, (excepto García Belsunce, que ya había superado irreversiblemente esta etapa) el paciente se está muriendo ni mucho menos y puede por lo tanto según la prepaga y sus particulares concepciones de lo que es la calidad de atención preocuparse de aspectos un tanto menos relevantes que la capacidad diagnóstica y terapéutica, tales como si el médico calza zapatos o zapatillas, demora menos de las dos horas estipuladas por la prepaga en llegar o, como yo, llega casi siempre a las dos horas o unos cuántos minutos después de cumplido ese plazo. Tal vez quien lea ésto se pregunte: ¿Y cuál es el problema de esta mujer? Qué se ponga zapatos y que se apure.
Y aquí estoy reflexionando sobre estos puntos cruciales. El tema zapatos pude ir superándolo, un poco accediendo a ponerme botas en invierno y crocs en verano (nadie puede decir que sean zapatillas), y otro poco gracias a que las zapatillas fashion parecen realmente zapatos, y así pude ir tirando y zafando de un requerimiento cuya racionalidad no alcanzo a comprender: ¿El calzar zapatos lo hace a uno mejor médico que el calzar zapatillas? Yo creo que no y hasta me animo a afirmar lo contrario: si al médico no le duelen los pies, posiblemente puede estar más concentrado en su tarea. ¿O no?
Mi verdadero problema está en el horario, y aquí tengo que asumir mi impuntualidad histórica: recuerdo no haber llegado NUNCA a horario a un teórico en la facultad, he corrido en la explanada de Retiro o en auto en alguna ruta neuquina para poder alcanzar mi colectivo, hasta he perdido un vuelo y tengo mi reloj pulsera quince minutos adelantados inútilmente. Es decir que no creo poder solucionar este problema. Tampoco creo, y ésto es parte del problema, que me haga mucho peor médica.
A ésto se le suma mi escaso gusto por el apuro para atender y el stress que ésto conlleva. Una visita promedio me lleva cuarenta y cinco minutos. Y no puedo bajarle mucho más. No hay caso. A veces, casi por milagro viene todo muy bien, estoy en los veinte minutos y salvo que el paciente esté muy apurado porque se tiene que ir (lo cual estando enfermo es bastante difícil), ocurre casi invariablemente que el sujeto entra en confianza y aprovecha a preguntarme todas esas dudas que nunca pudo escupirle a su médico en el consultorio porque lo despacha cuál paquete en la terminal. Y ahí ya sé que no bajo de los cincuenta minutos. Y ni hablar de cuando termino hablando de temas tan alejados de la medicina como la relación del incesto con el capitalismo o la inexistencia de una sordina para el saxo o lo difícil que resulta adoptar en nuestro país o lo hijo de puta que es Macri o lo buena que está la novela de Feinmann que el paciente tiene arriba de la mesa o las cuatro cirugías estéticas que se hizo la paciente aprovechando el plan de la prepaga que para eso pagó durante un año, mientras la miro y veo que está exactamente igual que antes de las cirugías a no ser por los dos mil dólares menos que tiene ya que aprovechó la anestesia para hacerse los "saleros" que tuvo que pagar de su bolsillo, además de las "sillas de montar" que le cubría la prepaga, las vacaciones de invierno desperdiciadas y un posoperatorio lleno de moretones...
Ésto es lo que realmente me gusta de mi trabajo: hablar, comunicarme, conocer historias, opiniones, puntos de vista, y tener un pasaporte para la charla que es la relación entre alguien que se siente mal y alguien que tal vez puede ayudarlo a sentirse mejor. Ésto me apasiona y es lo que da sustento, consistencia y sentido a mi trabajo. Al menos para mi. Sé que para muchos otros médicos es una pérdida de tiempo, por no decir una auténtica boludez y torpeza de mi parte, pero no lo puedo evitar. Es lo único que me permite seguir haciéndolo.
Hoy fue un día un poquito fuera de lo común, tuve que pedir tres interconsultas. Ésto significa que fueron casos que no podía resolver sola: un chico con stress laboral intenso y ataques de pánico, una chica con vértigo después de un traumatismo de cráneo que nadie le estudió pese a haber ido a una guardia y otro chico con una lipotimia (cuasi desmayo) totalmente recuperado cuando lo fui a ver sino fuera porque tenía una arritmia... Salieron con fritas la interconsulta con el psiquiatra, el neurólogo y el cardiólogo y a pesar de que tengo toda la sensación de que muy probablemente ninguno de los tres se haya encontrado con una catástrofe y muy probablemente me hayan puteado por dentro (y a veces por fuera también), y hayan pensado que soy una obsesiva y exagerada tengo la tranquilidad de haber hecho lo que considero lo mejor para estas personas.
Al carajo con el sistema de salud que cosifica al paciente y aliena al profesional!!!
Al carajo con los zapatos!!!!

17 de julio de 2010

VERGÜENZA ¿AJENA?

Ayer fue un día movidito en facebook. Resulta que se me dió por mirar un link con la argumentación de la senadora María Higonet, guatrachense ella (y coterránea de quien escribe) en contra de la ley de matrimonio igualitario en el Senado. Acto seguido, por no poder poder con mi genio comenté que sentía un poquito de vergüenza de ser guatrachense en estas circunstancias sin siquiera imaginarme la ola de repercusiones cibernéticas que este comentario traería aparejadas. Tal vez sea la falta de costumbre a que alguien que comenta desde un apodo se ofenda por tan poca cosa, y lleve la discusión de un tema tan central a un plano completamente secundario, el de si era válida o no mi vergüenza, si merecía yo o no el título de guatrachense y si era discriminatoria mi actitud de repudiar a la senadora y calificar su voto en contra de la ley de retrógrado, conservador y discriminatorio, pero la verdad es que me sorprendió tanto revuelo por tan poco. A más de veinte años de haber dejado para siempre mi terruño creo que me cuesta imaginar la actualidad de mi pueblo, la evolución o involución que sufrió durante todos estos años, no conozco su funcionamiento social ni sus tendencias, en fin...tal vez como me dijeron en la discusión, ya no sea guatrachense más que por lo que figura en mi DNI o más profundamente en el DNI de mi memoria y mis recuerdo